Varios sacerdotes subía cierta mañana por la quebrada de Jerusalén. Ibán llenos de preocupación. A poco rato se detuvieron. ¡Cuál no sería su sorpresa al ver en el suelo el copón y las hostias perdidos!
¿Qué había sucedido?
-Unos ladrones habían cometido ese sacrilegio. Hasta dar con ellos hubo procesiones. Españoles e indios salieron a las calles de Quito. Llevaban imágenes de santos y crucifijos e iban arrastrando cadenas y grillos. Algunas personas caminaban azotándose o puestas en cruz.
-¿Y para qué hacían todo eso?
Para calmar la furia de Dios. Decían que a Quito llegaría una terrible peste.
La procesión salió de la Iglesia de Santa Clara. Siguió hasta el convento de Santo Domingo. De allí pasó a Santa Catalina. Luego se dirigió a las iglesias de la Compañía y La Catedral.
¿Qué pasó con los ladrones?
No aparecían por ningún lado. Entonces se organizó otra procesión tan grande y devota como la primera pero tampoco se dio con los ladrones. Cierto día fueron descubiertos por una india. Habían pensado que la caja del Santísimo era de plata maciza y guardaba joyas muy finas. Pero no hallaron sino el copón y las hostias. Por eso los botaron en la quebrada y luego huyeron a Conocoto.
¿Qué castigo recibieron los ladrones?
El morir ahorcados, arrastrados y descuartizados.
¿Se cumplió esa orden?
Al pie de la letra. En el lugar donde los religiosos encontraron los objetos sagrados se levanta hoy la Iglesia del robo.
¿Qué había sucedido?
-Unos ladrones habían cometido ese sacrilegio. Hasta dar con ellos hubo procesiones. Españoles e indios salieron a las calles de Quito. Llevaban imágenes de santos y crucifijos e iban arrastrando cadenas y grillos. Algunas personas caminaban azotándose o puestas en cruz.
-¿Y para qué hacían todo eso?
Para calmar la furia de Dios. Decían que a Quito llegaría una terrible peste.
La procesión salió de la Iglesia de Santa Clara. Siguió hasta el convento de Santo Domingo. De allí pasó a Santa Catalina. Luego se dirigió a las iglesias de la Compañía y La Catedral.
¿Qué pasó con los ladrones?
No aparecían por ningún lado. Entonces se organizó otra procesión tan grande y devota como la primera pero tampoco se dio con los ladrones. Cierto día fueron descubiertos por una india. Habían pensado que la caja del Santísimo era de plata maciza y guardaba joyas muy finas. Pero no hallaron sino el copón y las hostias. Por eso los botaron en la quebrada y luego huyeron a Conocoto.
¿Qué castigo recibieron los ladrones?
El morir ahorcados, arrastrados y descuartizados.
¿Se cumplió esa orden?
Al pie de la letra. En el lugar donde los religiosos encontraron los objetos sagrados se levanta hoy la Iglesia del robo.
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